viernes, agosto 22, 2008

Almoneda de amores ridículos

Ahora que se ha raspado sobre la imprudencia y que los secretos del amor han quedado expuestos en la plaza de La Villa, es posible venderlos por limosnas. En aquella reciente, pero pasada colección de amores, no estaban los de carácter ridículo aunque, haciendo memoria, y raspando sobre lo raspado, tengo que confesar que la ridiculez es obscenamente vasta en mi vida. Tan vasta que debería hacerle una reverencia, y no dirigirle la palabra.

Sinceramente, no sé qué me trajo, otra vez, hasta este libro de Kundera; quizás alguna brujería disuelta en alcohol barato, o quizás tenía ganas, o quizás algo más serio… El hecho es que celebro esta casualidad.

Kundera cuenta que la ridiculez vive en la dualidad del ser y del querer ser, en la falta de amor propio y en el amor propio, en lo sospechado y en lo ignorado, en los trajines de lo cotidiano y en el azar, en la locura y en la sensatez, en el dogma y en la fe, en el cuerpo y en el alma…

En su lista hay amores fieles, pero adúlteros, capaces de sentirse culpables ante la falta de pretextos que justifiquen sus ausencias; capaces de mirar el reloj y de sentir sobre su espalda el peso de siglos mientras aman a quien no deben. Dice que tiene amores apasionados, pero impiadosos, que buscan a alguien que los haga naufragar en el fetiche más desconocido, pero, sin embargo, no admiten que ese alguien sea su amor amado ridículamente, como si al verdadero no le fuese permitido conocer el secreto de las groserías.

Tiene amores actuales que no comprenden cómo amaron, ni cómo pudieron amar tanto. Estos amores hoy buscan influencias y buscan su mejorana en la nostalgia, mientras que ayer, casi veinte años antes, no temían el trance del parto ni economizaban minutos, y hasta desconocían los atributos de la gordura.

Milán Kundera cuenta que los amores ridículos tienen la recurrente necesidad de vulnerar el recato, para luego objetarlo. Ellos saben de la intolerante soledad del desamor y del amor a solas, pero no les sirve de mucho porque cuando son, su existencia es indolente o calcinante.

Yo no sé con qué defectuosos materiales se construye un amor ridículo, aunque sospecho que proliferan como la peste palúdica.

¡Ay, señoras y señores, triste vive el hombre cuan­do no puede tomar en serio nada ni a nadie! ¡Ay, señoras y señores, triste vive el hombre cuan­do no puede tomar en serio nada ni a nadie!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Puede el Amor ser ridículo? Como todo sentimiento, el Amor, nace puro; quizás, con el tiempo, puede ir mutando, transformándose hasta llegar, quizás, a ser desamor pasando por numerosos estadíos.
No comparto eso de la "Ridiculez" del Amor. Puede ser o sólo parecer ,según cierta perspectiva, ridículo quien ama.
Puede uno amar a la persona equivocada o a quien no nos ama, eso puede llegar a ser patètico ( y allí deberíamos remontarnos al griego) pero jamás haría reir o provocaría burla ( ridículo deriva del latín "ridiculus": que causa risa).
¿Está la ridiculez en la manera de expresarlo? ¿Tal vez en no ajustarse a lo cánones socialmente establecidos? ¿Es quizás que quien no siente lo mismo ridiculiza al sentimiento del otro por no poder comprenderlo? ¿Usted piensa también que puede el amor ser rdículo?
Aún recuerdo su "Almudena de Amores" y el respeto con el que trató ese sentimiento.- ( Si bien no leí esa obra, si alguna otra, de Kundera,sólo lo que Ud. acá comenta, le cuento que no tiene nada que envidiarle, preferiría leer muchas de sus historias villanas a "La Insoportable Levedad...")

Anónimo dijo...

Creo que el amor ,el sentimiento más puro que existe,no es ridículo,
en todo caso el ridículo es ,o puede parecer ,el que ama,
asi que creo no podrá descubrir jamás esos ingredientes ,porque no existe un amor ridículo,quizás sus sospechas sean otras...........

Anónimo dijo...

Cuando alguien se refiere al ser humano señalando su carácter oximorónico, tengo la sensación de que da en la tecla. Leeré, pues, a Kundera.
Me presento: Yo soy quien no leyó a Ibargüengoitia y debo confesar que tampoco leí esta obra que comenta y usted dirá: "no leyó nada".
Y tanta es mi audacia, que hasta me atrevo a decir que, ridículo o no, el amor es, para mí, un concepto tan difuso como despojado de pureza. Y ni hablar de su ejercicio.
Si me lo permite, me ampararé en su comentario para creer que, en esa pugna perpetua entre el ser y el querer ser, "triste vive el hombre" de cualquier modo, tome en serio la vida o no.
Y si no, me remito a la descripción de su propia persona: un coleccionista de amores entre los que, la ridiculez, es "obscenamente vasta".
¿Acaso no vive triste quien reverencia al amor sin hablarle?
Qué cosa con esa colección suya... Trasunta melancolía, y de la buena.