jueves, noviembre 12, 2009

El matemático del Rey, de Juan Carlos Arce

Cuando la razón se enfrenta a la intuición es necesario aclararse la voz y ceñir la espada antes de hablar, porque la verdad no podrá ser conquistada con premisas. Y si la intuición se enfrenta a la Inquisición, entonces lo mejor es la mentira o la simulación.

Juan Lezuza, el matemático del Rey, se enfrenta a este dilema, una versión quizás degenerada del dilema del prisionero: si detrás de una puerta está la verdad copernicana, y detrás de otra puerta está la falsedad tolemaica, ¿qué puerta se debe abrir? Parece una decisión sencilla, especialmente para un matemático como Lezuza, sin embargo, si detrás de la verdad está el suplicio y la muerte, y detrás de la falsedad esta la salvación y la vuelta al hogar, ¿cuál es la decisión correcta ahora?

No parece un arrepentimiento grande el de arrepentirse de creer en la teoría heliocéntrica, pero sí parece grande tener que arrepentirse de creer en lo que se cree y asumirse, en acto de arrepentimiento, un cobarde. ¿Fidelidad a la verdad o simulación? ¿Libertad o muerte? ¿Es muerte o es otra cosa?

«… Por cosa de muerte, dices —contestó Ranillas—. Mira, frailecico de mentira: yo nací aquí en Madrid, en tiempo donde en vez de frutas, los árboles daban miedo de pelados que estaban y donde no había otra cosa que hacer que pasar hambre. Aprendí que, si para comerme una morcilla hay que llamarla uva, no voy yo a perderla por discutirle la verdad de su nombre a nadie. La verdad más clara es el hambre y guardar la vida…».

El personaje Ramillas no es matemático ni es Juan, pero su sabiduría hace que resulte más llevadera la sensación de cobardía, de cinismo, que se esconde detrás de la puerta de la falsedad. Él eligió esa puerta sin importarle mucho saber quién gira alrededor de quién. A Ramillas le basta con saber detrás de qué puerta hay comida y cobijo.

«… Todo es disimulo y fingimiento hoy en la Corte, en la universidad, en los tribunales, en los matrimonios y en la calle —dijo Lezuza—. Por eso la Tierra está quieta y parada. Y si se mueve, es apariencia sólo… ».

La verdad sobre los giros de la tierra no es lo que está en discusión, porque, en definitiva, todo el mundo miente, y todos le mienten al mundo: «… ¿Sabe el juez que su mujer le junta la boca a Obelar? —preguntó Ranillas». «… La deshonra verdadera no es que a su mujer le cosquillee otro el mapamundi de sus posaderas, sino que eso pase a conocerse y que lo sepan los vecinos, los amigos y la gente. Más empeño pondrá el juez en esa discreción y en el disimulo que los dos amantes. No hay cuidado…».

A mí me gusta mucho la pandilla de ladrones que asesoran a Juan y a su mujer. Son una banda de sabios de la vida, de vida vivida, con oficio. Ellos son capaces de mentir por amor sin remordimientos, porque amar no tiene medida. Maricarnes es la tabernera, esposa de Ramillas y a ella su marido le dice:

«… Pues si es tu gusto, Maricarnes, le pondré matemáticas a lo que quiero decir y haya paz en esta mesa, que un número más o menos no me quitará la razón. Uno por uno es uno y uno por dos son dos. El mundo, en esfera, está mal hecho por completo, desde un ángulo al otro, porque no está bien que engorde el rico y pague el pobre. Y no está bien, uno por tres son tres, que la injusticia sea señora y los ladrones nos tengamos que esconder…».

Juan ama su ciencia y también ama el horizonte de estrellas. Observar el cielo serena su fatiga, lo libera de la prisión de sus días, pero nadie lo comprende. No lo comprende el Rey, ni los Inquisidores, ni su mujer, Juan no confunde verdad con morcillas y por la verdad es capaz de pasar hambre y tormento…
«… ¡Estoy hablando del mundo, Inesa —dijo, levantando la voz—, de todo el universo, no de una morcilla de más o de menos! ¡Te hablo de las leyes que gobiernan el día y la noche, de la geometría de Dios, Inesa, no de un puchero de caldo en la mesa de mi casa!...».



El autor de la novela es jurista de profesión y se posiciona con firmeza sobre el problema dialéctico al que se enfrentan Juan y el tribunal inquisidor y prácticamente no deja nada librado al azar. ¿Qué hará el rey por Juan, puesto que se trata de uno de sus matemáticos, de un hombre que lo está instruyendo en saberes heréticos? ¿Qué hará la Inquisición por el Rey, al saber que el Rey sabe los saberes que no debe saber?

¿Qué harán los amigos de Juan por Juan? ¿Qué hará Inesa, su mujer, que tanto lo reprocha? ¿Qué haría la justicia por la injusticia? ¿Qué hará la verdad por sí misma? ¿Qué hará Dios por la matemática?



8 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuántas veces se hace difícil llegar a comprender a quien tenemos a nuestro lado, será ese el caso de Inesa? Juan ama lo que hace y lo hace con el alma, parece que hasta le diera vergüenza pensar que con ello podría prosperar, esto, para algunos, podría rsultar incomprensible, pero es tan cierto!! También se le hace cuesta arriba pensar que por no pensar en lo material quita a su familia cierta tranquilidad de la que podría disfrutar. "Lo que se debe". . . Tanto más incomprensible en una sociedad en la que "inevitablemente" debe ser el hombre proveedor, pero ese mandato qué sustento tiene, dejar de lado su afán creador? Me viene a la cabeza un antiguo refrán... "Zapatero, a tus zapatos!!!" Propiciar que el ser humano se realice debiera ser más fácil. Cuánto más felices seríamos si hiciéramos aquello para lo que estamos preparados!!!
Esto puedo decirle en una primera aproximación al texto, seguramente una lectura más profunda inspiraría un comentario idem.
Habrá que empezar a hacer algo por unos, por otros y por uno mismo...
Gracias!!

rene orlando dijo...

Luego de leerlo, uno se ve tentado a comprar todos los libros que comenta. Le voy a empezar a sugerir algunos títulos de los que tengo pendientes en mi biblioteca, cosa de que los comente y me ayude a animarme a leerlos. Saludos!

Anónimo dijo...

Estoy plenamente de acuerdo con René usted tienta, incita, llama, agradecidos debieran estar los escritores además de sus seguidores !!!

Flenning dijo...

No sé qué pensar. Quizás algunos autores se molesten porque regalo sus obras, quizás otros se sientan halagados porque que nadie me paga por comentarlos.

Anónimo dijo...

no deberían molestarse,ud. no es el unico que regala libros en internet
mas bien,deberán sentirse halagados,porque alguien los comenta gratuitamente

Anónimo dijo...

Pienso que para un escritor debe ser hermoso que alguien, como lo hace usted, le haga un homenaje. El leerlo y comentarlo habla de que alguien lee lo que se quiere dar a conocer. Siga, adelante!!! Lo hace muy bien!!!!!!!!

Pinello dijo...

Leí este libro, ya hace casi un año. Lo compre por su bajo precio en una feria del zócalo de la ciudad de México y su titulo, sin saber a que me acercaba, me gusto, y reflexione un día sobre él. A casi un año de su lectura, hoy después de leer estos comentarios entendí que bebí de mi vaso con mucha sed y no deguste como debe ser de las viandas de su contenido. Gracias por estas reflexiones que contribuyen más a beber de la savia que recorre por las letras del libro. Armando

Flenning dijo...

Gracias a usted por su aporte, Pinello, y bienvenido a este espacio.