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-No creo que los perros tengan ánimo para partir de amanecida -comentó el sujeto como si hablara consigo mismo.
-¿Y dónde piensas ir tú y los perros con este clima? Al menos espera a que escampe un poco. Mira lo que te digo, sobrino. Que te he buscado por toda la cuesta, pa’ arriba y pa’ abajo. Asuerte que me ha dicho algo el marido de la Dolores, que no es marido. Yo vengo a andar y, na mas veía alguno, le decía que si había visto al mi sobrino, que es que me llueve dentro de la casa y yo no me valgo ya para las cosas del tejado. Que necesito al mi sobrino.
-Casi, casi que pa' tres bártulos que llevo como que no necesito perros. ¿Que dice usted, tía? Lo único que sí, que sí que los echaría en falta. Por la compañía y por lo de la negrura, padre cura. Dicen que andan las arpías en el linde de la Cauta, subiendo ande las bodegas. A que los perros no se asustan de las arpías, a que no. No se preocupe usted por las tejas, tía. Ahora mismo se las emparejo y le arreglo la estancia. Ya verá que pronto entra en calor.
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