Parece que nunca se acaban, por suerte para este espacio, las historias sobre héroes cansados, sobre hombres y mujeres burlados por el tiempo y por el destino. Estos héroes se hablan de tú a tú con la derrota y con la muerte, pero aun así, pese a todo y a todos, ellos son capaces de hacer llegar su mensaje de victoria, de libertad, o de amor puro.
Coy es un marino que tocó fondo, literalmente. Encalló en algún punto mal señalado en las cartas náuticas. Una junta naval lo obligó a plegar foque y gavia, y a alejarse del timón y de la mar salada durante dos años. Pasa sus horas andando a barlovento por las ramblas catalanas. Como náufrago en tierra firme, encuentra refugio en la melancolía del jazz, en las historias de marinos y en el oleaje borrascoso de la ginebra azul. Su vida son recuerdos y anhelos. No tiene un presente y tampoco tiene dinero.
¿Sus amigos? Algunos están muertos y el resto está a más de ocho millas náuticas de cualquier puerto seguro.
¿Sus amores? ¡Qué pena! No tiene. No hay una “mujer del pescador” aguardando su llegada. Ninguna que mire el horizonte con un punto de desconfianza y otro de temor, cuando soplan el lebeche o el mistral. Solo algunas putas en el puerto o en la periferia, de esas que, como diría el “Torpedero Tucumán”, piden dinero, pero no conversación. El “Torpedero”… ese sí que era un amigo. Era, porque ahora está muerto.
¿Sus pertenencias? Pues lo clásico. ¿Para qué más? Un sextante, tres camisas arrugadas, cuatro libros de aventuras y un puñado de casetes de jazz.
Coy, además de pobre y errante, ni siquiera es guapo.
Alguien tan sencillo, tan desprovisto de equipaje y tan a la zaga de cualquier éxito, es presa fácil del canto de sirenas, ese canto que se carga a los desvalidos hacia el cementerio de los náufragos sin nombre, un canto como el de Tánger. Tánger, dije Tánger… Pero qué hombre no querría encallar en Tánger. Recorrer a ciegas sus accidentes y sus orillas. Qué hombre no desearía quebrar mastelero y remos en su bahía. Tánger, Tánger Soto, la sirena, la bahía, la mujer, la metáfora, la perdición de Coy.
¿Qué secreto guarda Tánger? Cuando dice «Te mentiré y te traicionaré siempre» ¿miente o dice la verdad? ¿Es ella caballero o escudero?
«Pero qué digo. ¿A quién le importan las mentiras mientras estés a mi lado, Tánger?» «No quiero tesoros, solo quiero el mapa, el sistema de coordenadas que me lleve a tu centro.» Pero Coy no es inteligente ¿Cómo sabrá si Tánger miente?
¿Qué quiere Tánger de él? ¿Qué quiere Tánger Soto de un marino sin barco?
Como en una muñeca rusa, capa tras capa, el narrador desvela los misterios de la isla de los caballeros y escuderos. Esta historia, capa tras capa, es una historia de marinos que recorre el paño épico, desde Ulises hasta Tintín, con Eric el Rojo, y desde Jasón con el Argos, hasta el capitán Ahad y su ballena blanca. En otra capa hay una historia de luchas de poder entre la iglesia y la política. Y luego una historia de estrellas polares y de pléyades, de sextantes y de astrolabios. Luego otra de borracheras y de bares tristes llenos de marineros dinamarqueses homosexuales y brasileros desarraigados. Luego una de miserias, de nostalgia de jazz y de melancolía. Una de codicia sin límite y una historia, por fin, de héroes que pese a todo, pese a lo desprovistos de equipaje que andan por la vida, siempre tienen algo que dejar para los hombres de tierra firme y para todos los hombres.
4 comentarios:
Siempre hay historias y, por suerte para los lectores de este espacio, el autor encuentra la correcta para brindar.
Ciertos nombres es como que concentran en sí la personalidad que le dio origen, parece ser este el caso de Tánger, en cuya carne moteada encuentra Coy el abrigo, la calidez, la pasión
Qué quieres tu Coy? Tal vez te quiera a tí...
Eres demasiado previsible... Puede alguien ser totalmente previsible? No lo creo... quizás sólo hay una sensación y el otro puede sorprendernos.
Los escuderos mienten y traicionan siempre, los caballeros no...
Coy no es peor que muchos y es mejor que varios. Será tan así? Quizás ambos reunen en sí al caballero y al escudero. Quizás esta es la esencia del "hombre", genéricamente hablando, concentrar en sí ambas personalidades y, al encontrar el terreno adecuado ( hablando literal y metafóricamente) dejan libre a la que el otro les inspira. Él decide seguir a Tánger hasta el final. Tánger - Circe, que encantó a ese marinero sin mar. Da ternura que ese hombre, aparentemente tosco y rudo, sienta ese arrobamiento que lo va llevando irremediablemente a amarla. Es ella la que lo devolverá al mar con la búsqueda que impulsa y a la vida a través de la pasión.
Agradézcole el compartir esas historias!!
Parece cierto aquello de que no hay cazador sin presa. Quizás Coy, sin Tánger, no hubiese podido desplegar su mensaje heroico. El es honesto en muchos aspectos: en decirle a ella por que y para que esta con ella, en ser fiel a su para qué, en ser fiel a Zas y a Piloto, en someterse sin pesares ni remilgos a los designios de la mar. “Muchacho, hazme la cuenta que aquí me bajo”.
No le veo rasgos de escudero, de traidor o mentiroso. En ese sentido, quizás Coy parezca ingenuo.
Usted sabrá disculpar, pero esto debe ser dicho: después de escuchar a Mayté Martín en ese tema desgarrado, intimista, tan melancólico y lunar que puso ahí, creo que todas sus historias y comentarios en este blog saben a poco.
¡Vamos, diga más, escríbalo todo, exponga el resto de su alma, la otra mitad de su filosofía, lo que le quede de magia, de pasión, de sensibilidad y de lirismo, aparezca en esencia y en sustancia, porque... por lo que quiera, no sé, pero lo extraño.
siempre se lo extraña,aun sin oir a Mayte Martin
Publicar un comentario