miércoles, octubre 15, 2008

Canta la hierba, o la pena de las cigarras

Es así. Siempre es así. Siempre fue así: Alguien muere, alguien reza una plegaria, alguien descorre los oscuros y neblinosos velos que rodean a la muerte, alguien seca sus lágrimas, alguien dice groserías, alguien siente nostalgia, alguien bebe el medio tazón de leche, aún tibio, que queda sobre la mesa y luego… "mañana", alguien venderá los pocos bienes del muerto mientras la hierba, implacable, crecerá sobre sus pisadas hasta borrar los pliegues más remotos de la memoria.

Mañana, las metáforas del mañana...

Mañana es el sitio donde se guardan todas las esperanzas, es el distrito en donde la fe ciega reposa obstinadamente, alimentándose de lo posible, de lo probable y de lo imposible. Las esperanzas más insólitas, las más rancias y las más indeseadas crecen entre las paredes del mañana. En el mañana se guardan los sentimientos, los sueños y las amenazas incumplidas junto con todos regalos aún no recibidos. Todo lo que deseamos que suceda y nunca nos sucede, junto con todo lo que nos sucede y no deseamos que suceda está ahí, guardado en la metáfora del mañana.

Sin embargo, escribe Doris Lessing, Mary Turner ha muerto, y ha muerto hoy.

Ella ha muerto sabiendo que no habría mañana. Ha muerto atravesada por el canto de las cigarras, como si cantara la hierba, y quizás Mary ha muerto para no escucharlas.

El canto triste y monótono de las cigarras y el calor...



¿Qué haría usted si, de pronto, su "mañana" es hoy? Un día usted se arriesga a romper la magia de la sorpresa y decide meter la mano en su caja de mañanas y descubre que la esperanza de regalos nuevos se convierte en la certeza de su ausencia. Otro día, sintiéndose más preocupado y menos heroico en la empresa de la espera, vuelve a meter la mano y descubre que su horizonte de mañanas es de apenas seis meses, y luego tres, y luego uno y luego sigue consumiendo sus esperanzas hasta que comprende que ni siquiera hay mañanas, sino solo "ayeres". Un día cualquiera, el día de mañana por ejemplo, usted descubre que en su caja solo tiene recuerdos, pero no esperanzas.

¿Cómo se enfrentaría usted a la desesperanza?
Quizás haya algo de heroico en decidir tomar el riesgo que supone enfrentarse a la certidumbre, como hacen quienes detestan las sorpresas, o como hacen quienes están desesperados de esperanzas.

Ante un horizonte devastado por la desesperanza, la espera de cambio, la espera de un regalo prometedor, o cualquier otra espera, parecen más una necedad, que un acto de fe o de valentía.

Mary, cansada ya de que sus ayeres sean siempre iguales a hoy, y cansada de que hoy sea siempre la víspera de ningún mañana, despojada de fe y solo arropada con la dignidad de siempre, caminó hacia su destino.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Leerlo a Ud. es siempre un desafío. Nos lleva a plantearnos una disyuntiva, a decidirnos, a tomar partido. Nos sacude esa actitud indolente que, muchas veces, el lector tiene respecto de las obras. Cómo va el autor a esperar que le conteste? Y, en este caso, el autor nos desafía a una respuesta, nos convoca y eso moviliza, impele a dejar fluir emociones y acciones. Está bueno esto de buscar la interacción, el feedback, es la mejor manera de conocer el impacto ( aunque no exista el verbo impactar) que produce en el lector éste (y bueno, se lo digo en criollo) mojarle la oreja, una linda forma de hacer participar y responder a quien, desde el otro lado, está esperando la convocatoria.

Al leerlo recordé Pandora con su caja y miré allá, en el fondo de ella y sí, está, es la Esperanza la que, siempre y pase lo que pase, nos acompaña. Qué sería de nosotros sin ella? Recordé también a mi abuela cuando nos recomendaba jamás dejar la puerta del placard o un cajón abiertos. Cuando era niña no sabía el por qué, ahora que soy grande, sé que en el fondo, allá está ese motor que nos queda para sobrellevar ciertos momentos en los que creemos que nada es posible. Gracias por movilizar recuerdos. Gracias por escribir!!!!!

Anónimo dijo...

Acerca de su pregunta ("¿cómo enfrentaría usted la desesperanza?"), creo que no es de tan difícil respuesta.
Mire: si usted se pone a considerar que la muerte es un destino ineludible, destino que, por otra parte, conocemos desde que advenimos al mundo, cabría pensar que, frente a él, no tendría lugar la esperanza. Sin embargo, si hay una "caja de mañanas", es bien sabido que ella flota sobre los velos de la muerte, y que uno se instala en su interior como quien atraviesa el océano acurrucado en una cáscara de nuez.
En definitiva, la esperanza soslaya la muerte, de otro modo, sería imposible su existencia. La desesperanza no obedece a que los mañanas se agotan, sino a que el que esperaba y ahora desespera, se ha vuelto ciego.
Así los ayeres parezcan iguales a los "hoy-es", la diferencia reside en que hoy, es.
Lo lamento por la pobre Mary, pero la verdad es que recuperar la esperanza es facilísimo, una sencilla cuestión de visión. Enfrentarse a la desesperanza es, ciertamente, un acto de heroísmo, pero llegar a descreer de la esperanza me suena, más bien, a un acto de cobardía.

Anónimo dijo...

recuperar la esperanza,no es difícil,aunque tampoco del todo fácil, es una cuestión de actitud,frente a la vida,con mucha fe se recupera
la verdad,hay un solo día que me preocupa,el hoy,no me preocupa ni el ayer,cargado de recuerdos,ni el mañana,cargado de sueños, situaciones que nos pasan nos enseña a pensar en el hoy,como si fuera el último día,aún sabiendo que mi horizonte de mañanas pueda ser breve,para que desesperanzarse,para que preocuparse por el mañana,si mañana no estaré
gracias,por su compartir