lunes, febrero 20, 2012

El maestro de Petersburgo, de J. M. Coetzee

Una delgada melancolía envuelve las almas que habitan esta historia; una ausencia huesuda e inexorable.

«… En cuanto a la vida que haya al otro lado de la muerte, no tiene ninguna fe. Cuenta con pasar la eternidad a la orilla de un río, con ejércitos de otras almas muertas, es¬perando una barcaza que nunca ha de llegar. El aire será frío y húmedo, las negras aguas del río lamerán la orilla, la ropa que lleve se le pudrirá sobre los hombros y le cae¬rá en andrajos a los pies, nunca volverá a ver a su hijo […]».

Pavel ha muerto y, como una hilacha de humo, su alma desaparece, poco a poco, en el pasado más impenetrable: el olvido. Su padrastro intenta guiar el alma de Pavel hasta la otra orilla. ¿Será capaz?

Si fuese su padre, al menos podría reconocerse en algún gesto o en el empecinamiento, y recordarlo; si fuese su verdadero padre, podría citar la triste implicación encerrada en talis pater qualis filius, de tal padre tal hijo, y perdonarlo; si tuviese sus zapatos, podría caminar con él a través de las ideologías, y comprenderlo..., pero no es su padre, ni es el barquero Caronte, ni tiene zapatos, ni tiene ideologías. Ni siquiera es valiente. Lo único que tiene el padrastro de Pavel es una pluma, una hoja en blanco, una herrumbrosa lealtad, muchas deudas de juego, una plegaria y un pasaporte falso.

¿A quién recurrir? ¿Por quién apostar no hay palabra más grandiosa que se atreva a usar aquí? La decisión es ambigua, porque todo es un juego de a dos con la muerte, un juego mortífero y lleno de misterio: Padre-Padrastro; Padre-Hijo; Padrastro-Hijo; Madre-Hija; Hijo-Hija; Crimen-Castigo; Esposa-Amante; Amor-Odio; Homicidio-Suicidio… Es fácil confundir las señales de peligro con las de socorro, en medio de tanta ambigüedad. Serguéi Gennádievich Necháyev podría haber sido el asesino de Pavel, pero era su mentor ideológico y podría haber sido, también, el único capaz de explicar las razones de su muerte; Anna Sergeyevna Kolenkina podría haber sido quien guiara la barca para ayudar a Pavel a cruzar el Hades; era su casera, pero se la veía tan dueña de sí misma y tan distante…; Matryosha, la hija de Anna Sergeyevna, la casera, podría haber sido la cómplice de Pavel, si acaso fue un suicidio, Pavel y ella estuvieron muy unidos. Si él ha dejado huella, tiene que haber sido en la niña, pero era una niña, y no habría forma de pedirle certezas ..




Ahí están sus cosas, en esa habitación que aún nadie ocupa. Ya ve usted qué pocas cosas tenía Pavel. En la maleta está su ropa. Esa era su cama y ese era su escritorio; en él escribía su diario. La pequeña hornacina y la vela roja no las puso él.

¿Su ropa? ¿Sabe usted, lector, cuánto tiempo dura entre las ropas el olor del alma de una persona? ¿Y en la almohada? ¿Tendrá la almohada el olor de su pelo, de su cara, de sus lágrimas? Quizás no encuentre quién lo lleve hasta Pavel, para pedirle perdón y perdonarlo, pero tal vez el aroma de su ropa lo traiga a él.


«… Arrastra la silla junto a la ventana y se sienta a mirar a la calle. Cae la tarde y se ahonda la oscuridad. La calle está desierta. Pasa el tiempo; sus pensamientos se estancan. “Meditación, piensa, esa es la palabra”. Esa cabeza amodorrada, esos párpados que le pesan: es el plomo que se le asienta en el alma […]».

Esa delgada melancolía que envuelve las almas que habitan San Petersburgo…

¿Su diario? ¿Sabe usted, lector, cuánto tiempo dura el dolor del alma enredado entre las palabras de un diario? ¿Y entre las hojas en blanco? ¿Y en los serifes y epígrafes? Quizás no encuentre quién lo lleve hasta Pavel, y quizás no consiga que Pavel vuelva a él, pero quizás, con la escritura, comprenda y haga comprender a Pavel que «… No escribimos gracias a la plenitud, quiere decirle; escribimos gracias a la angustia, a la carencia. ¡No cabe duda: en el fondo de tu corazón tienes que saberlo! […]».

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuánto de cada uno se deja en ese instante? Será nuestro aroma perdurable en la memoria del que queda? Perdurará nuestro perfume en quien nos recuerda?
Quizás en una almohada perdure el perfume y, si éste quisiera evaporarse, perduraran los sueños que en ella quedaron plasmados y, tal vez, dure un tiempo más.
Tal vez sea más difícil retener un aroma y más factible tener presente palabras, gestos, sonrisas, actitudes de vida que nos lleven a replantearnos nuestro "modus vivendi" que, quizás no sea el adecuado.
Tratemos de retener la esencia de quien, como actor de la vida, se va de gira.
Qué tema trató hoy!!! Felicitaciones, escritor, maravilloso escritor!

Anónimo dijo...

maravilloso felicitaciones

Anónimo dijo...

se lo extraña

Anónimo dijo...

no se porque mi corazon me dice que no esta pasando un buen momento que todo se mejore sea lo que sea

Anónimo dijo...

No he leído "El maestro de Petersburgo", pero siento muchas ganas de hacerlo desde que leí este artículo. El núcleo narrativo, la muerte del hijo y sus efectos sobre el padre, parece hablarnos de las muertes que cotidianamente experimentamos. En fin, vuelvo aquí después de leer el texto y escribo un nuevo comentario. Miro con gratitud la foto de tu perfil.

Anónimo dijo...

ondas de luz y vibraciones de energía para ud.

Anónimo dijo...

esta enfermo?se quedo sin pc?sin internet?alguna señal dara a sus lectores?la verdad se lo extraña

Anónimo dijo...

una buena señal¡gracias¡
está vivo¡¡¡yes lo qque importa