domingo, diciembre 11, 2011

Parménides versus Escher

Mientras buscaba, otra vez, vínculos entre los rizos dorados de la repetición y el alfabeto sagrado me sentí dando pasos de Parménides, infinitos e inconducentes: siempre camino la mitad de la mitad de la mitad… Digo yo que mis pasos son como mi suerte y me deja prisionero en alguna de esas figuras de Escher.

En El alfabeto sagrado, Víctor intuye que hay un mensaje oculto dentro de los símbolos del mensaje, como si los números de una combinación de seguridad fueran, además de llave, parte del secreto guardado. En cualquier caso, me parece que esa forma de aproximarse al secreto, convierte al secreto en muchos secretos o, a lo que es, en lo que parece ser o, podría ser: un secreto que oculta un secreto, que oculta un secreto que representa un camino sin fin hacia lo aparente. Lo que es aparente, ¿es?

La paradoja de Parménides está anclada en la idea de que lo que Es no puede cambiar, porque si cambia, deja ser único, y si es único, no es aparente: lo que es, no solo Es, sino que además es lo que parece. Sin embargo, dirá usted, estamos inmersos en el cambio. Ojalá conservase yo mi Ser adolescente; ojalá dejase de ser esta inaceptable amenaza de ser un no ser; ojalá esta invariabilidad del ser no fuese tan variable; ojalá el Ser no se deteriorase en cada Navidad. Ojalá yo fuese lo que aparento o, mejor aún, ojalá yo fuese lo que no aparento…

En otro momento, en casi todos los momentos, hubiese preferido la idea de infinito cantoriano, para enredarme en las escaleras idénticas a sí mismas de los hoteles de Hilbert y en las paradojas de rústicos barberos russelianos, pero, ya ve, hoy preferí el existencialismo de Parménides, porque quería acercarme más a la diferencia que hay entre lo que es y lo que parece, y a la paradoja del ser sin cambio: un secreto que es secreto de otro secreto o un secreto que es, cuando no es.

3 comentarios:

Viejex dijo...

Me parece que le entendí la mitad de lo que dijo. Esa paradoja del viejo Zenón, (eso de aproximarse a la mitad de lo que queda) siempre me recordó al concepto de límite del cálculo infinitesimal. La cuestión es que aprendí que recorriendo en cada lance la mitad de lo que nos queda no alcanzaremos nunca el objetivo, pero nos acercaremos a él tanto como querramos.

Por eso lo leí de nuevo con la esperanza de entender la otra mitad, pero no tuve esa suerte.

No sé si maldigo a Parménides, Zenón, Leibnitz o Newton,....porca miseria!

Flenning dijo...

Viejex: Me alegra volver a leerlo.
El trabajo de Parménides me parece más interesante cuando alude al concepto de Ser. El se refiere, redondeando, a un ser sin cambio que, incluso, no tiene conciencia de sí mismo. Se refiere no solo al ser ontológico sino a todo lo que es: lo que es ES. Esa forma de ser, tan eternamente igual, me parece a mí una metáfora del infinito (si es que eterno e infinito tienen algún parecido). Por otro lado, en el mundo de Escher hay un infinito construido a base de apariencias y de repeticiones. No diría nada nuevo al respecto si digo que nada es wysiwyg en Escher. Nada es todo. Los planos geométricos se mezclan con los existenciales y lo parece simétrico es otra cosa, o viceversa. También digo que en ninguno de los casos, ni en Parmenides ni en Escher, parece posible arribar al ser, o a la verdad existencial de La cosa,

Anónimo dijo...

Qué bueno volver a ver a Viejex por el patio de Costa, se lo extrañaba!