miércoles, julio 20, 2011

Molloy, de Samuel Beckett

Hay en Molloy, me refiero al personaje, un planteo cuasi cartesiano, el de Ser a partir del Pensamiento. Digo casi cartesiano, porque tener pensamientos no es pensar; luego, tener pensamientos no es existir.

Es cierto que el procesamiento de una idea después de otra podría darle, a Molloy, cierta perspectiva de su existencia, pero el pensamiento constructivo que lleva de un pensamiento a otro se desvanece, cuando no se puede recordar la idea de referencia.

«… Sí, a veces no solo me olvidaba de quién era, sino de que era, me olvidaba de ser […]».

«… Yo me planteaba preguntas de muy buena gana, una tras otra, por el simple placer de su contemplación. No, no de buena gana, sino racionalmente, para creerme aún allí. Y sin embargo seguir allí no me servía de nada. A aquello le llamaba reflexionar. Reflexionaba casi sin interrupción, no me atrevía a detenerme. Quizá debía a esto mi inocencia […]».

Molloy no expresa sus ideas en una oratio recta ─no caería tan bajo para expresarse de ese modo, dice él─ sino por medio de figuras gramaticales igualmente infelices e inexpresivas. Molloy no expresa una caída diciendo, sencillamente, «me caí…», y si acaso dice «me caí…», entonces también dirá «… lo que no sé es ni cómo ni cuándo me caí. Ni siquiera sé el verdadero significado de caer…».

Esta forma de acumular y de expresar los pensamientos le dan, a Molloy, no solo una falsa perspectiva de existencia, sino una falsa perspectiva de movimiento. Es como si, además de estar atrapado en el sofisma cartesiano, también estuviese atrapado en el sofisma de la tortuga de Parménides. Cada paso que da en la dirección de la oratio recta es sepultado bajo el sudario de la incertidumbre.

«… Pero esta creencia no estaba basada en ningún fundamento serio, era simplemente una creencia. Porque si los límites de nuestra región estuvieran al alcance de mis pasos, creo que una especie de degradación me lo habría hecho presentir. Porque las regiones no terminan de golpe, que yo sepa, sino que se funden insensiblemente unas con otras. Y nunca advertí nada parecido a esto. Sino que, por más lejos que haya ido, en un sentido o en otro, he encontrado siempre el mismo cielo y la misma tierra, exactamente, día tras día y noche tras noche […]».

Todos los puntos fijos se escurren de las manos de Molloy. No tiene certidumbres, ni conciencia de sí mismo, ni ilusiones. Está enfermo de soledad. Molloy tiene destino o, mejor dicho, no tiene horizonte o, aún mejor dicho, no tiene norte. Molloy ni siquiera es polvo y olvido, porque Molloy no Es. Quizás su única esperanza sea la certeza de la muerte o quizás sea todo lo contrario: la certeza de la muerte aniquila su última y única esperanza.



Parece tener sentido que Molloy no pueda moverse, lo digo tanto en el sentido newtoniano como en el sentido cartesiano, ya que él está atrapado en un espacio en el que solo hay una cosa: la espera sin esperanza. Moverse es dejar de esperar, para construir una búsqueda, pero él no sabe buscar lo que necesita, y lo que encuentra no es lo buscado. Tampoco sabe para qué necesita lo que necesita. La necesidad, en su mundo, es efímera o irreal.

Dentro del contexto de la Espera, vive en un camino sin transcurso, porque en su camino no hay un antes ni un después y, si acaso hubiese algo parecido a un transcurso ─como una oratio recta─ no sabe en qué orden suceden las cosas que suceden. Sin orden hay caos, un infierno.

«…Toda mi vida me había preocupado, creo yo […]».

«…Diré más (¿qué puede impedírmelo?), solo sabía las cosas por adelantado, porque cuando me ocurrían ya no me enteraba, como quizá haya advertido el lector, o me enteraba a costa de esfuerzos sobrehumanos, y después tampoco sabía nada, me encontraba devuelto a mi ignorancia nativa […]».

Molloy camina errante por algún lugar de La Mancha. Comenzó su viaje sin transcurso con una bicicleta, creo, pero pronto, solo se arrastrará, y la deformación de su espacio-tiempo será aún más caótica y fractal.

Pronto, insisto, el esfuerzo que le producirá llegar de un punto a otro, quizás, en esencia, se trate del mismo punto; requerirá de un esfuerzo enorme y, así, una ínfima distancia representará un tiempo infinito. Pronto, todo será fracaso, irracional, desesperanzado y eterno.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

el estilo define un publico" donde está este tipo de publico,acaso no le gusta Samuel, su libro,su comentario?

Anónimo dijo...

Estimado/a Anónimo 1,creo que Costa ya se ganó su público. Él sabe comentar y lo hace de una manera que subyuga, lleva a pensar, nos hace reaccionar,reflexionar, apasionarnos, nos emociona, deleita y cuántas cosas más!
Me llama la atención su comentario. Ud. no forma parte de ese público? Por qué no comenta acerca del texto? A mi, al menos, me enactó su comentario, al del dueño del blog me refiero, espero anhelante el suyo.

Anónimo dijo...

Estimada anónimo2, considerando al autor del blog una persona adulta,no necesita defensores,no desmerezco el comentario del blog,al contrario son todos excelentes,incluido éste
sobre el libro ,no haré ninguno,no lo leí,sencillamente mi comentario está dirigido a pensar si el autor del blog,discrimina a cierto tipo de público,no será que las vecinas prefieren lo rutinario, más precisamente los escritos del autor, y no los comentarios de un libro?

Anónimo dijo...

Estimado anónimo 2, que le responde al anónimo 1. Como anónimo 3, no puedo menos que decir que yo tampoco he leído este, ni casi ninguno de los libros cuyos comentarios vuelca aquí el autor del blog, con tanta inteligencia. Personalmente, no creo que este ni ningún autor discrimine, como usted dice, a ningún tipo de público, por más "cierto" que este sea, ya que, como dice el bueno de Galeano, se escribe para "tocar" al lector (Nota del anónimo 3: independientemente de quien lea). No entiendo cómo es que usted llega a asociar "lo rutinario" con los escritos del autor de este blog. Por otro lado, tampoco entiendo cómo entiende usted que el comentario de un libro es una cosa distinta al escrito de un autor. En fin, que me marea. Y no digo esto como "defensa" de la persona adulta que usted supone detrás del autor, porque lo que tenemos aquí no es una persona, sino la letra que la constituye como tal. En definitiva, creo que si se detuviera usted a considerar la letra de quien publica este blog, podría descubrir, al menos intuitivamente, que lo constituyente no quita lo constitutivo, o sea, lo sustancial no desmerece lo esencial o bueno, la idea es esa. En definitiva, creo que detrás de toda este maremagnum de héroes que navegan, de héroes a la deriva y de héroes sin horizonte, debe haber un tipo bien grandote, me parece. Usted qué piensa?

Anónimo dijo...

Entre tanto anónimo me queda claro que, quienes comentan en este blog, son de cuchillo en liga. Más vale venir con lengua afilada y los dedos cual "joven manos de tijera", por si las moscas.
Relamente este es un espacio donde uno puede expresarse y leer al otro y que ese otro nos despierte una sonrisa, una respuesta que , al mmenos trata de ser, atinada. Percibo que cada uno trata de manifestarse y eso es lo bueno, quizás por eso uno se siente tentado a volver.