sábado, enero 29, 2011

El sumariante

Desconozco las circunstancias por las que Fernando Sepúlveda, el sumariante, habría sido designado en ese cargo. En favor de Sepúlveda, me permito aclarar que se trata de un hijo ilegítimo de un matrimonio con una relación tan anticuada como rancia. Su ilegitimidad fue muy mal llevada y estuvo siempre saturada de reprensibles mentiras respecto de su génesis. Cosas que echan a rodar las amas de la calle, en el mercado de las pimientas.

Quiso la casualidad, o las inexorables leyes que subyacen a las coincidencias, que su espíritu se nutriese de una vulgar curiosidad, hasta obtener más satisfacción en el misterio que en el conocimiento. Dicho brutalmente, Sepúlveda sepultó su vida bajo el pesado velo de la duda.

En fin, uno es como es, como el Nilo. Comprendo que no me toca a mí objetar nada sobre la vida del sumariante, no obstante, quiero transcribir un hecho que considero singular, al menos desde la perspectiva sofista: mi propia perspectiva.

Transcribiré algunos párrafos de un controvertido sumario sobre un luctuoso atentado con el grosero propósito de que el lector interesado encuentre la diagnosis del sofisma; también espero, si acaso el lector desea ir más lejos, dar a conocer hasta qué punto cualquiera de nosotros puede ser habitado por una heroica irracionalidad, y todo en nombre del sentido común.

Cito, [párrafo 4.11 El principal testigo y sus imprecaciones]

«... donde Escobar, el diciente, dice y afirma de los homicidas: “La puta que los parió”, pretendiendo decir que una o más putas paren a uno o más pariendos.

»Encuentro que la imprecación del tópico se trata de una afirmación biológica y lingüísticamente imposible, ya que, si bien una parturienta puede parir en un único y simple acto biológico a más de un pariendo, sea este legítimo o no, no hay constancia de que un mismo y único pariendo pueda ser parido por más de una parturienta, sea esta puta o no...».

Cito, [párrafo 4.251 El principal testigo y la ley del mejor ajuste]


«… donde Escobar, el diciente, dice y afirma que el atentado es un ajuste de cuentas: “Dado que el atentado se trata de un ajuste de cuentas, es probable y, además, posible, refutar la complicidad del diciente (en adelante llamado el Ajustando).

»Toda vez que el Ajustando resulte ajustado por los ajustadores en un proceso de ajuste de cuentas, resulta obvio que las partes estarían en un todo de acuerdo con el desenlace del ajuste, sin requerir mediación legal alguna al respecto; inútil sería, por otra parte, que uno o algunos de los actores reclamasen algo.

»Paradójicamente, dado que se trata este de un ajuste injustamente terminado, ya que el ajuste no fue llevado a cabo, el Ajustando no puede darse por ajusticiado y no resulta en modo alguno cómplice ni parte del ajusticiamiento.

»En cuanto al dicho acerca de que la doctora ha sido injustamente ajusticiada, debo disentir, ya que el atravesamiento de la misma se hubiera o hubiese llevado a cabo de no haberse atravesado justo en medio de la balacera [...]».

Cito, [párrafo 9.212 El principal testigo y el principio de inercia de la buena vida]


«... donde Escobar, el diciente, dice y afirma las leyes de la mecánica emocional.

»Principio 0: “La actitud proactiva y la voluntad de superación en la dirección del bienestar humano son directamente proporcionales al número y envergadura de las insatisfacciones que padece.

»Corolario del dolce far niente: “El movimiento proactivo en dirección al bienestar es uniformemente desacelerado en el vacío. Esto significa que, a medida que decrecen las dificultades, o a medida que el coeficiente de rozamiento es menor, entonces la necesidad de superación también es menor.

»Corolario del cabeza dura: “A mayor obstáculo, mayor tenacidad.

»Es obvio que el diciente desconoce el efecto túnel que se produce cuando un sujeto de a pie, como el sumariante, está ante la presencia de obstáculos prolongados. Semejante sesgo en el modelo teórico me obliga a introducir la constante S (constante Sepúlveda), la cual mide el nivel de esperanza mínima necesaria para la superación de un obstáculo.

»Si no existiera esta constante, se caería en la trampa dialéctica de suponer que, postulado un obstáculo monumental, debe existir una voluntad superadora igual y de signo contrario. Esto no es así: además de existir una voluntad superadora de obstáculos deben existir, no me cabe duda alguna, un para qué y una esperanza mínima.

»Si la constante S es igual a 0, entonces no habría conducta humana proactiva, independientemente de que existan obstáculos o no.

»Enuncio, pues, lo siguiente:

»Corolario de Génova Sepúlveda, mi madre: “Si no te comes hasta la última de las lentejas, te meto a cura”.

»Y acá me ve...».


Acepto sugerencias respecto de lo que puedo hacer con los once volúmenes de este sumario.

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