Ahora que se decantó un poco la tinta que rodea la pluma de Murakami, pienso que no es mala idea comparar el viaje del Tooru Okada. el personaje de El pájaro que da cuerda…, con el viaje de Teseo, cualquier Teseo, el caminante que busca una respuesta en el centro de un laberinto.
Dentro de la novela, el laberinto por el que deambula Tooru Okada se representa por los pasadizos del hotel penumbroso con el que sueña el personaje. Ariadna se representa por el hombre sin rostro, aquel ser con continente, pero sin contenido, que guía al caminante dentro del hotel. El hilo de oro de Ariadna se representa con la cuerda de la escalera por la cual Okada entra y sale del pozo. El centro del laberinto es la habitación 208 y dentro de esa habitación está Kumiko, su esposa. El Minotauro se representa con Noboru Wataya, hermano de Kumiko. El arma con la cual se mata al Minotauro se representa con un bate de béisbol. El mandato que motiva el viaje es, sin duda, el amor.
Si esta representación es posible y, en efecto, el camino que hace Okada para encontrar a su mujer transcurre en un laberinto, entonces me atrevo a decir que el problema de encontrar a Kumiko es, en realidad, un problema topológico. Quizás para usted, que es un lector que desconfía tanto de mi buen juicio como de las palabras esdrújulas, esta sea una conclusión arbitraria y que no aporta revelación alguna. No obstante, si bien es cierto que no puedo decir mucho sobre las leyes que rigen en el incierto mundo en el que viven las dudas de Okada, sí puedo decir algo sobre las leyes matemáticas que rigen en el espacio topológico donde viven los laberintos.
Puedo decir, por ejemplo, cuál es la dificultad de que un caminante cualquiera encuentre lo que busca. Si yo fuese Okada, entonces, además de un deseo, un arma y una Ariadna, elegiría una estrategia, pues sé que:
De este hecho se desprende que hay caminantes que resuelven unos problemas antes que otros. Hay algunos caminantes que prefieren solucionar su problemas siendo exhaustivos y hay otros que prefieren solucionarlos siendo eficientes; también hay quienes usan el método de prueba y error o al azar. Lo interesante de este planteo topológico es que, independientemente de la estrategia usada, la salida es posible.
Un método de búsqueda exhaustiva, el cual consiste en probar todos los caminos posibles, asegura el hallazgo de la solución más corta, pero se sacrifica el tiempo. Si Okada tuviese todo el tiempo del mundo y decidiese usar el método exhaustivo para buscar a su mujer dentro del hotel, debería buscar en todas las habitaciones, piso por piso, e incluso debería revisar en los rincones y dentro de los armarios. Si, en cambio, tuviese alguna prisa, podría elegir como Ariadna un perro guía que siga el olfato del perfume de Kumiko.
Si el caminante comienza la búsqueda con un método determinado, el exhaustivo por ejemplo, y a medida que avanza agrega nuevas reglas o criterios que lo ayudan a decidir qué camino tomar, entonces el valor de la dificultad para hallar lo que busca no aumenta, al contrario. Incluso es probable que tarde menos tiempo en hallar lo que busca. Lo que si sacrificaría es la eficiencia. Pasar de la eficacia a la eficiencia tiene su costo. Nada es gratis.
Yo creo, ya hablando de hombre a hombre con el amigo y héroe de nuestra historia, que el problema más importante de cualquier caminante que busca a su amada en un hotel, no es no hallarla, sino hallarla en los brazos de otro caminante, o incluso en los brazos del Minotauro.
6 comentarios:
Me surgió hacer el comentario después de la primera lectura, en la que uno toma contacto con el texto, resultado de la primera impresión.
Quizás haya caminantes que emplean todos los métodos, tal vez van probando uno y otro y se quedan con el que mejor les resulte, claro que también depende del motivo que los impulsa a caminar.
Sabe que presiento? Que Tooru, al emprender su búsqueda imbuido de Amor, tal vez no necesitara al perro para encontrar a su mujer.
Si la mujer perdida también siente lo que Tooru no se entretendría con otro caminante aunque el Minotauro le despierte curiosidad.
Si cambio de opinión en el transcurso de una lectura más exhaustiva o me surge alguna otra idea volveré a comentar.
Hermosa noche para plantear el tema, señor!!
Ay Jorge Luis... Quién te habrá mandado a susurrarme al oído esa espantosa definición de lo topológico...
"No habrá nunca una puerta. Estás dentro
y el alcázar abarca el universo
y no tiene ni anverso ni reverso
ni externo muro ni secreto centro [...]".
Y eso que, luego de leerlo a usted, casi me entrego a la esperanza de encontrar la solución. Me dije que no me importaría, con tal de llegar a la salida, tener que enfrentar la mirada hipnotizadora del monstruo de turno.
Sin embargo, no sé si porque truena o porque llueve, vuelvo a pensar que no creo en el optimismo de la visión matemática ni de ninguna otra visión.
Y usted dirá que la ciencia tiene paciencia, pero se me hace que, por el contrario, la ciencia desespera tanto como los hombres que la construyeron.
Le digo más. Creo que el problema de andar por un laberinto con el amor a cuestas, no reside en no hallar y tampoco en hallar a quien se ama en los brazos de nadie, sino en sostener el amor en la eternidad de lo topológico, si me permite, claro, curvar el tiempo para que me quepa en el espacio, y viceversa.
Borges decía algo así como que el laberinto perfecto es el desierto. Hay alguna ley topológica que pueda ayudar a un caminante en este espacio? Saludos!
Anónimo 1: Lo interesante, me parece, es saber que la esperanza de suceso depende de cada uno y no se puede culpar a nadie del fracaso. Después de leer la novela uno podría pensar que Kuniko no es trigo limpio, pero hallarla o no, no depende de ella
Anónimo 2: Con más vehemencia que paciencia yo solo puedo decirle, aun sin sabe cómo entró a este laberinto, el amor es la salida. Sí, debieron ser los truenos los que dejaron en usted esa sensación de espera sin esperanza.
Rene Orlando: Desde el punto de vista topológico, un laberinto del tamaño de una nuez tiene la misma dificultad que el mismo laberinto del tamaño de un planeta. La escala no cambia la dificultad. El caminante deberá caminar más o menos, pero no necesitará cambiar de estrategia.
Para mí, que vengo de una tierra de arena parecida a la suya, el laberinto perfecto no es el desierto sino El laberinto del deseo, ese lugar siniestro en el que lo buscado cambia de nombre en cada encrucijada. He intentado imaginarme cómo es ese lugar y me parece que e parece a esta imagen: http://picasaweb.google.com/flenningf/Laberintos?feat=directlink#5435848897242203794. Perdido es esas curvas yo mismo no sabría si seguir por la tautocrona o por la braquistocrona, el camino más corto o el más rápido.
Por lo demás, yo no sé qué caminos siguen los caminantes para llegar hasta este espacio, lo que sí sé es que mi intención es que una vez aquí ya no puedan salir.
excelente manera de pensar,felicitaciones
No creo que me de el balero (pequeño, femenino, con un lóbulo deforme dicen y rubiecito) para seguir las indicaciones topográficas de este equipo que se ve avezado, entrenadísimo.
Pero mientras Borges sea un lider a consultar, he de prenderme en la excursión aunque más no sea como oyente.
(no puedo loguearme)
www.emeygriega.wordpress.com
Felicitaciones. No revisé el blog aun, lo harñe con tiempo. Dedicaron alguna línea a Lo Bello y lo Triste? Es un texto y un laberinto que me excede desde todos los lugares.
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