domingo, diciembre 20, 2009

Los Miserables, de Víctor Hugo

¿Qué necesita el hombre para apartarse del frio silencio mineral que ofrece la oscuridad?

Es difícil que pueda responder a esta pregunta coordinando apenas unas docenas de palabras. Existe cierta clase de saberes que no pueden adquirirse por un método científico o artístico, por inspiración, sino que son verdaderas revelaciones. Quizás Jean Valjean fue inspirado por las obras y palabras de monseñor Francisco Bienvenido Myriel o por los ruegos y lamentos de Gervasillo, pero quién los puso en su camino y por qué…

Usted diría, sin cinismo, que fue el autor de la novela, y yo, si estuviese en su lugar, también diría lo mismo, pero hoy me toca estar aquí, tratando de buscar analogías y tratando de recordar los nombres de innumerables personas a las que he visto una sola vez en mi vida y, sin embargo, no olvido. Lo que quiero decir es que, la idea de que en nuestro destino haya personas capaces de encender la chispa de la transformación interior, me resulta muy cotidiana como para conjugarla solo con la ficción.

El incidente de monseñor Francisco Bienvenido y, especialmente, el de Gervasillo, no ocupa más de veinte renglones en toda la historia, sin embargo fue todo lo que se necesitó para que Jean se transformase en Magdalena, el más generoso de los espíritus, el menos miserable.

«… Cuando Jean Valjean salió de la casa del obispo, estaba, por decirlo así, fuera de todo lo que había sido su pensamiento hasta allí. No podía explicarse lo que pasaba en él. Quería resistir la acción angélica, las dulces palabras del anciano: "Me habéis prometido ser hombre honrado. Yo compro vuestra alma. Yo la libero del espíritu de perversidad, y la consagro a Dios". Estas frases se presentaban a su memoria sin cesar. Comprendía claramente que el perdón de aquel sacerdote era el ataque más formidable que podía recibir; que su endurecimiento sería infinito, si podía resistir aquella clemencia, pero que, si cedía, le sería preciso renunciar al odio que había alimentado en su alma por espacio de tantos años, y que ahora había comenzado una lucha colosal y definitiva entre su maldad y la bondad del anciano sacerdote.

Deslumbrado ante esta nueva luz, caminaba como un enajenado. Veía, sin duda alguna, que ya no era el mismo hombre; que todo había cambiado en él, y que no había estado en su mano evitar que el obispo le hablara y lo conmoviera.

En este estado de espíritu había aparecido Gervasillo, y él le había robado sus cuarenta sueldos. ¿Por qué? Con toda seguridad no hubiera podido explicarlo. ¿Era aquella acción un último efecto, un supremo esfuerzo de las malas ideas que había traído del presidio?

Jean Valjean retrocedió con angustia y dio un grito de espanto. Al robar la moneda al niño, había hecho algo que no sería ya más capaz de hacer. Esta última mala acción tuvo en él un efecto decisivo. En el momento en que exclamaba: "¡Soy un miserable!", acababa de conocerse tal como era. Vio realmente a Jean Valjean con su siniestra fisonomía delante de sí, y le tuvo horror.

Vio, como en una profundidad misteriosa, una especie de luz que tomó, al principio, por una antorcha. Examinando con más atención esta luz encendida en su conciencia, vio que tenía forma humana, y que era el obispo…».

Quizás las cosas ocurran menos veces de lo que imagino, o quizás la verdad nos sea revelada a diario y la ignoramos o no la comprendemos en el momento en que ella aparece ante nuestros ojos, pero aun así, ¿es posible encender con ella la chispa de nuestra transformación? ¿Puede iluminarse el camino que nos conduce fuera del laberinto de las sombras, lejos de la venganza y del desamor?

Me parece que no es casual que estas respuestas sean rotundamente ignoradas, porque me imagino que, ante la certeza, no habría esperanza ni búsqueda. Ante la certeza, no habría posibilidades para los Némesis héroes. Me refiero a que, personas como Javert, o los esposos Thenardier, o Cosette, o Fantina, estarían condenadas o redimidas antes de empezar su camino. Es curioso cómo, otra vez, Víctor Hugo acierta al plantear esta idea de búsqueda,; son muchas las oportunidades de redención que el autor les ofrece a sus personajes y, en cada encrucijada, ellos deciden el nuevo rumbo de su destino. Tanto Javert como los esposos Thenardier finalmente sucumben a su condición de miserables, pero podría no haber sido así. Del mismo modo, Cosette, Marius, el propio Jean, podrían haber sucumbido ante la codicia, la ira, la avaricia…



Ronda en la obra una idea de que las almas de los protagonistas son asistidas, tal como lo anuncia monseñor Bienvenido, no es una asistencia en el sentido eclesiástico, sino religioso, y ronda también una idea de fragilidad. La asistencia está, es cierto, pero a su lado, o muy cerca, hay también una voz negadora. Es necesario, pues, estar atento, para poder escuchar los consejos de la asistencia, y hay que ser fuerte para no ser tentado a salirse del camino. Una moneda de dos francos, como la que le robó Jean Valjean a Gervasillo, puede hacer la diferencia entre un camino y otro; una moneda marca la suerte.

También es casi bíblico el escenario de la batalla final, la batalla de la codicia. El frío silencio mineral y el laberinto de oscuridad a los que me refería son los de las catacumbas de París, la suprema sombra, las cloacas. El carcelero de este infierno, quien posee las llaves, es el Némesis de Jean, de Cosette, de Gavroche, y de Eponina….

La salida del infierno, sin embargo, tiene un precio.

«… –Terminemos nuestro asunto. Partamos el botín. Has visto mi llave; muéstrame lo dinero…».

Es una oportunidad notable para encender su chispa que ha dejado pasar el carcelero, pero lejos de escuchar las voces de sus ángeles guías, digo esto porque no creo, ni creemos que, al proporcionar a un desconocido el auxilio de aquella llave y al abrirle la reja, le guiase la intención pura y desinteresada.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es interesante esta versión de He soñado un sueño del musical de Los miserables. No sé por qué toda la escena de Susan Bole me hace recordar a la pobre Coserte expuesta ante la burla y el cinismo de de los Thenardier.

http://www.youtube.com/watch?v=9lp0IWv8QZY

Anónimo dijo...

Excelente el libro elegido para comentar.
Cuántas veces la justicia, y la sociedad misma, condena a alguien sin dimensionar correctamente su falta. No se piensa que quizás ello llega a destruir a ese alguien moralmente. Si no hubiese aparecido monseñor Bienvenido en la vida en la vida Jean Valjean y si no le hubiese dado un voto de confianza pronunciando las palabras adecuadas; si no hubiese tenido Jean un alma pura, terreno correcto para que aquellas palabras germinaran en él, se hubiese salvado? Hubiese tenido Cosette la oportunidad de una vida digna?Quizás no, seguramente hubiese sido otra la historia!!
Seres que pueden elevarse desde la miseria y otros que pueden hundirse en ella irremediablemente están plasmados y se contraponen en un constante juego de luces y sombras.
Es una historia que bien podría aplicarse a nuestra sociedad, es quizás por ello que, a lo largo de la lectura, fui pasando por numerosos estados de ánimo según aparecia uno u otro personaje, y pensando : "cuántos miserables hay"!!
Me gustó la forma de comentar el libro, supo resumir la esencia con las palabra adecuadas.Felicitaciones!