miércoles, febrero 18, 2009

La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa

Dicen que el mito dice que, no se sabe en qué circunstancias ni en qué condiciones, los escritores del boom habrían acordado escribir la Gran Novela del Dictador. Un audaz y encendido acuerdo, por cierto.

Es posible que usted piense que esta celebración, esta fiesta del Chivo, sea la consecuencia de aquel mítico acuerdo. Quizás así sea, y quizás tenga usted razón. En cualquier caso, mito o leyenda al margen, puedo asegurarle que esta fiesta no es mítica, porque el Chivo, Rafael Leonidas Trujillo Molina, fue un sujeto trágica y brutalmente verdadero; un pueblo entero lo atestigua.

A La fiesta del Chivo están invitados todos. La anfitriona de la fiesta es la Venganza y la cita es en Santo Domingo. Han confirmado su presencia el poder, los torturados, los valientes, el horizonte negro de tres millones de dominicanos, algunos jugadores de rocambor —los más hábiles—, los pederastas, los altruistas, los exiliados, las malas ideas, las ideas incompletas, las comparsas, el sufrimiento del otro, el veneno sin antídoto y las tumbas de los olvidados. Acudirán, sin falta, la mentira —por supuesto—, y los aduladores —otro por supuesto—. Usted también está invitado. La Libertad también fue invitada, pero no vendrá porque se rumorea que la emboscarán en la periferia, de todos modos, es probable que muchos asistentes lleven solo su perfume.

Si acaso usted es el lector desconfiado y agudo que imagino y deseo, quizás se pregunte «Si esta fiesta se parece a tantas, si este tirano madrugador y poco sudoroso —con su séquito de obsecuentes— se parece a tantos de los que han proliferado en Latinoamérica, si estos pobres ciudadanos —con sus deseos de milagros sencillos— se parecen a tantos otros ciudadanos, si esta sombra de infamia que parece no ceder ante Cronos se parece a tantas otras sombras desgarradas, si esta amenaza de lo peor que parece pudrir el alma se parece a tantas amenazas, ¿qué tiene de especial esta fiesta? Yo, un simple lector con conciencia de humano, ¿podré tener el privilegio de bailar con la vida? ¿Irá la vida a la fiesta? Considerando que quien invita es la Venganza, ¿no estará invitándome para matarme en silencio?».

Dirá usted, tratando de ejercitar su memoria y pretextando ser ecuánime, « ¿Por qué he de ir a La fiesta del chivo y no he de ir a la de Perón, o a la de Pinochet, o a la de Rojas Pineda, o a la de Stroessner, o a la de Somoza? ¿Será que el Chivo está mejor armado de carácter que los demás y su pandilla de bufones consigue copas gratis?».

Pregúntese usted cuanto quiera, pero yo le aconsejo ir. Eso sí, arrimándose poco a poco, con cautela. Siga las luces de la avenida, el aroma a mar y a flamboyanes, la fiesta es donde está la música de Bésame mucho, que no para de sonar. Una vez allí, le aconsejo empezar por la mesa de los tragos y entablar conversaciones poco ambiciosas y haraganas. Olvídese de ser arrogante. No hable de religión. No se macere en alcohol, sepa que a Trujillo no le gustan los borrachos. Si se cruza con él, puede decir tonterías, pero bajo ningún concepto lo mire a los ojos. Que nadie sepa que usted tiene tiempo, mucho tiempo. Debe parecer que es usted una persona ocupada, muy ocupada.

Es posible que note que el biotipo político de los personajes de la fiesta no es, necesariamente, dominicano. Pase por alto ese detalle e ignore, también, el carácter efímero de los invitados. Seguramente lo asaltarán ciertas dudas. Estas u otras: «¿Cabral? ¿Quién es Agustín Cerebrito Cabral? ¿Quién es Urania Cabral? ¿Cómo puede alguien llamarse Urania? ¿Cómo alguien tan hermoso puede tener un nombre tan horroroso? A Ramfis lo conozco, es el hijo del Chivo, pero a Urania no la conozco. Ella es un fantasma. ¿Cómo puede alguien tangible bailar con un fantasma, por más bello que sea? ¿Los fantasmas se visten de organdí?». Le aconsejo, le decía, ignorar estas dudas u otras dudas semejantes.

Deambule usted por las mesas y percátese de cuántos diálogos y soliloquios son incontrastables, probablemente falsos. Verá que son muchos. Verá, también, que de nada, o casi nada de lo que usted escuche, podrá decir que es cierto. Es posible que la historia, iluminada así, parte a parte, le resulte poco creíble «Claro, qué estafa. ¿Cómo puedo creerle a una entelequia, por más ministro que sea? Si las caras, las conversaciones, los nombres, las intenciones, las consecuencias, las condiciones, si todo, o casi todo, en la fiesta, es de utilería y probablemente falso, ¿cómo es posible que la fiesta, en sí misma, sea tan real como el ocio del verano? ¿Cómo es posible esta paradoja?».

Yo le recomendaría no hacer análisis, es inútil. Si escucha todo, en su conjunto, si lo escucha hasta el final, le resultará inobjetable. Mire. Lo que le decía. Aquí están bailando Ramfis y Urania. El gruñón es Cerebrito. ¿Ve? ¿Ve que es posible lo de las entelequias?





Si sigue mis consejos, si se abandona al calor y a la modorra de las tardes del Caribe, quizás se entere del plan para matar al dictador. «¿Fines políticos?». No, ya le dije que no, que todo es por venganza, simple venganza. «¿Vengar a quién?». Pues, ya verá usted. Algunos quieren vengar la muerte de un amor fracasado, otros desean vengar la muerte de un hermano, otros la obsecuencia de un padre, otros desean vengarse por vergüenza. « Y Urania, ¿de qué desea vengarse?». Pues, yo le diría que trate de escucharla, dedíquele un tiempo. Es probable que ella se repita, que escuche lo mismo de boca de otros, quizás matizado con alguna escala de gris. Al final usted entenderá, se lo aseguro.








2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si estuviera en el Caribe,lo que menos haria sería ir a la fiesta del Chivo,hay cosas más interesantes por hacer,para que mezclarse con la desconfianza,la hipocresía,la mentira,pudiendo disfrutar de la belleza,la pureza y el amor
de todas formas,gracias por la invitacion
muy bueno su comentario

Anónimo dijo...

excelente comentario de la fiesta,felicitaciones,tienta a disfrutarla
felicitaciones