En su avance por el mundo, envuelto en un manto de implacable nihilismo, Ferdinand Bernadou, el protagonista de esta historia sin fin, se pregunta: “¿De qué sirve ser héroe?”.
Apenas dos metros más allá, cerca de los errores y de las tentaciones, muy cerca de donde las putas esconden sus caras cansadas, nos espera la noche, con sus sombras oblicuas y sus horas sin tiempo.
En las sombras de la noche habita la pandilla de nuestros fantasmas, los que murieron por nuestra inacción o por nuestra cobardía. Ellos tienen las manos llenas de horas inexistentes, porque ya no tienen porvenir y porque solo les queda la costumbre de aburrirse.
Y un poco más allá, un paso o dos detrás de la orilla en que empieza la negrura, nuestros amores imposibles se beben el agua de la lluvia que nunca regó nuestro suelo. Ellos tienen sed de venganza, porque están hartos ya de ser imposibles. Un error, un beso a deshora o un te quiero de menos, y seremos presa de los gritos con los que comunican su eterna desgracia.
Bernadou ha levantado una muralla de miedo alrededor de sus sombras. Lo único que desea es alejarse de tanta oscuridad. ¿Quién quiere ser héroe en este viaje? Si, al fin y al cabo, nuestra muerte será como la de todos; si, al fin y al cabo, claudicaremos y en alguna hora incierta la sombra ganará metros sobre nuestra existencia. La pandilla avanzará para cubrirnos de oscuridad. Su avance será poco amable, estúpido, crónico, quizás eterno y quizás repleto de pesadillas.
Para Bernadou, alejarse de las sombras es alejarse de las malas compañías, de las acciones castigadas con la cárcel, de los compromisos pálidos, de los almuerzos sin hambre, del olor de la miseria… La miseria y las sombras huelen mal, a rancio, o a azafrán y barro húmedo. Prefiero no recordar…
Y huye Bernadou, de sombra en sombra, de una orilla a otra de su destino. Lleva consigo la gran fatiga de su existencia, sus deseos de pobre, sus horas muertas y su vergüenza. No encuentra nada por lo que valga la pena morir, sin embargo, sin embargo… demasiadas cosas ve por las que vale la pena vivir. ¡Cualquier cosa parece mejor que la noche! ¡Qué difícil es avanzar, vivir, Bernadou, con esta angustia y este miedo a la oscuridad! ¿Adónde vas, Bernadou, si en cada lugar que veas habrá más sombras en la sombra y en cada lugar habrá algo de más y algo de menos?
Digo yo, después de leer Viaje al fin de la noche, que para ser cobarde, primitivamente cobarde, es necesario, también, ser valiente, porque si Miedo es el emperador de las sombras, ¿cómo puede ser él mismo quien nos atraiga y nos aleje de su reino? Quizás sea Miedo al hambre quien nos induzca a robar, pero ¿acaso es Miedo a la cárcel quien nos lo impide?
La pregunta parece algo entrada en desgracia, por lo obvia o por lo capciosa, pero, sin embargo, son preguntas como esta las que se hace el viajero de esta novela. Yo no sé si alegrarme, he encontrado un fallo en los planteos nihilistas de Bernadou, o de Celine, si es que esta historia es un poco autobiográfica. En mi interior, me confieso, siento que algunas sombras empiezan a ceder, no obstante, y he aquí el fallo: no me siento más cobarde que antes.
Viaje al fin de la noche está dedicado a Elisabeth Craig, quien fuera amante de Céline. Norteamericana, nacida en 1902, fue bailarina y conoció al autor en Ginebra, alrededor de 1926-7; vivió con él en París hasta 1933. En una de sus primeras entrevistas tras la publicación de Viaje... Céline la cita como uno de sus maestros. Cuando se marcha de vuelta a Estados Unidos, el 33, Céline viaja a Los Angeles, para tratar de convencerla de que vuelva a Francia; pero ella había decidido romper. Pueden encontrarse rastros de Elisabeth Craig a lo largo de Viaje al final de la noche, como en los personajes de Lola y Molly.
Él, nuestro coronel, tal vez supiera por qué disparaban aquellos dos; quizá los alemanes lo supiesen también, pero yo, la verdad, no. Por más que me refrescaba la memoria, no recordaba haberles hecho nada a los alemanes. Siempre había sido muy amable y educado con ellos. Me los conocía un poco, a los alemanes; hasta había ido al colegio con ellos, de pequeño, cerca de Hannover. Había hablado su lengua. Entonces eran una masa de cretinitos chillones, de ojos pálidos y furtivos, como de lobos; íbamos juntos, después del colegio, a tocar a las chicas en los bosques cercanos, y también tirábamos con ballesta y pistola, que incluso nos comprábamos por cuatro marcos. Bebíamos cerveza azucarada. Pero de eso a que nos dispararan ahora a la barriga, sin venir siquiera a hablarnos primero, y justo en medio de la carretera, había un trecho y un abismo incluso. Demasiada diferencia.
5 comentarios:
despues de leer algunos de sus comentarios, con placer,por supuesto,tengo la impresión de que usted está en la constante búsqueda de héroes y antihéroes, y tanto uno como otro se irá de este mundo,por igual,a algunos se los recordara por sus hechos,por sus acciones a otros,probablemente no,
me alegra mucho hayan cedido sus sombras,malas compañias?o sus miedos?
tambien me alegra que se sienta menos cobarde,se siente quizas un heroe? o le gustaría serlo?
Desconozco el contenido de muchos de los libros que leo. No sé, por ejemplo, si Matreyi, la noche Bengalí trae mensajes de nuevos héroes o de viejos villanos. Si fuera el caso, será una curiosa casualidad.
Al abrir la pàgina y cuando se intenta bajar aparece la foto de època de un señor peinado a la gomina con traje gris, el cuerpo de perfil y el rostro de frente pero es solo un instante puede usted ponerla para que aparezca por más tiempo?
Debe presionar con el mouse encima de la expresión Leer mas, luego se desliga texto que quizás pueda interesarle. No todos los post lo tienen, pero donde lo vea seguro encontrará algo relacionado.
En ocasiones , la noche es la desesperanza .Es posible que luego de ciertas experiencias extremas , el mundo merezca compasion o desprecio .Quizá no haya héroes en tales circunstancias ...solo supervivientes o seres humanos condenados a perder o sufrir .
Una vez mas , lo felicito por el modo en que escribe , que comenta .Realmente da gusto leerlo.
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