miércoles, julio 09, 2008

Malone muere, de Samuel Beckett

Se requiere templanza para aceptar el juego de sinrazón que propone Samuel Beckett en varios de sus relatos. Su estilo narrativo, al menos en la trilogía francesa y que es sostenido en Esperando a Godot, parece tener la estructura semántica de un laberinto sin salida. Como aficionado, confieso que he cometido un error al intentar seguir su letra detrás de los signos clásicos del entendimiento, pero el sentido de lo que se cuenta no está en la estructura gramatical sino que parece pertenecer a otra categoría.

En mi opinión, la única indumentaria con la que se debe jugar en este juego de la sinrazón es, precisamente, la desnudez. Debe uno desataviarse de prejuicios y abandonar totalmente la inquietud y la vergüenza que produce el hecho de no hallar la lucidez donde se la busca. Se debe aceptar lo inexplicable, lo enloquecedoramente elusivo, como posible, pues la lucha es sin tregua: Samuel Beckett no baja la guardia, porque es un artista del absurdo.

Sin embargo, sin embargo, muy sin embargo, Samuel Beckett sí cuenta algo.

Aunque una y otra vez vuelve a la nada, una nada muy poco complaciente, el recorrido de su letra, su trazo, dejan las huellas de una verdad a veces sensual, muchas veces cruel, y otras tantas veces rotunda.

Malone está rodeado de nada. Convalece de algún mal incierto y se encuentra postrado en algún lugar ignoto. Dentro y fuera de esa escena hay muy pocas referencias humanas y muchas menos referencias cronológicas; aunque poco importan las precisiones.

El personaje está solo, cruelmente solo, absurdamente solo, tan solo que hasta se podría acusar a Beckett de impiadoso. Desde ahí, desde ese desvalimiento, desde esa nada sin porqué, el protagonista reflexiona anárquicamente sobre el sentido de la pertenencia y el de pertenecer, sobre la decrepitud, sobre el abandono, sobre el suicidio, sobre la luz de los vivos y sobre la memoria…

Siempre en primera persona, Malone a veces utiliza la lógica del lector como propia para, por ejemplo, admitir que un mínimo de memoria es necesaria para mantener la coherencia de lo que relata. Pero el juego es muy sutil, perfectamente sutil, porque apenas el lector se siente a salvo y seguro en medio del tibio calor del conocido silogismo, él se arroja, otra vez, al vacío de la sinrazón, y olvida lo dicho… y hasta cuenta lo ya contado.

Opino que en la nada en la que está inserto Malone todas las preguntas son posibles y ninguna tiene respuesta, porque en la nada ninguna respuesta es contrastable y porque, precisamente, nada no es una respuesta. A Malone le pasa lo mismo que a los personajes de sus relatos. En este sentido, la estructura del laberinto parece fractal: alguien cuenta de otro que cuenta a otro, y a otro. Todos, en definitiva, desean hacer las preguntas correctas, a las personas correctas, en el momento correcto, con la esperanza de que, si la lógica que anida en la eternidad no falla, después de mucho combinar interrogadores, interrogaciones e interrogados, se dé con la verdad. ¿Cuál verdad?



Nada se sabe sobre Malone, ni siquiera él sabe algo sobre sí mismo. De todo duda. Busca, por ejemplo, la piedad que encierra una gota de agua pero se pregunta, no obstante, por qué no tiene sed. De paso, un buen ejemplo de lógica confusa.

«… Y se permitía una gota de agua de vez en cuando, azucarada probablemente. Agua, por piedad. ¿Cómo puede ser que yo no tenga sed? […]».

Malone también reflexiona sobre la muerte. Sabe que se va a morir, pero no sabe cómo, ni por qué, ni cuándo. Incluso duda sobre si está vivo aún. Quizás muera pronto, aunque ojalá el pronto no sea tan pronto como para impedirle cumplir sus últimos proyectos de vida. ¿Qué vida? ¿Cuál vida? ¿Qué muerte? ¿Qué vida? ¿Debe alterar el orden de sus prioridades y hacer primero lo urgente? ¿Y si a medio hacer algo cambia en su vida y lo urgente ahora es solo importante? ¿Qué vida? ¿Qué vida?…

Como muchos, o como la mayoría de los vivos, Malone mira a la muerte desde un otro, pero ese otro es tan distinto de él, que hasta La Muerte podría confundirse llegado el momento.

«… La muerte debe tomarme por otro […]».

Sinceramente no sé quién ha muerto en realidad, ni siquiera sé si efectivamente ha muerto alguien. Quizás Malone se durmió, después de tanta vigilia. Quizás el narrador del narrador se durmió, después de tanto laberinto. Quizás yo mismo no sea la persona correcta a la que hacer las preguntas correctas. Quizás, finalmente, La Muerte se llevó al equivocado y el narrador dejó de escribir para no despertar sospechas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante análisis. Basándome en la confusión que expresa en el último párrafo y habiendo considerado el modo en que, al leer sus escritos, uno se mimetiza con su letra, se diría que hasta puede ser que la Muerte se confunda con uno de sus lectores y termine llevándoselo a él en lugar de a usted.
En cualquier caso, no debería dejar de escribir, ya que lo que escribe parece estar siempre un paso más allá de toda muerte posible.

Anónimo dijo...

Como siempre tiene usted esa sensibilidad para hacer que nos internalicemos con sus escritos y ahora da prueba tambien de poder hacerlo en los escritos de cualquier otro autor .- Permitame felicitarlo por saber atrapar en cualquiera de sus formas la atención del lector , por hacernos vivir escenas como protagonistas , escenas tan escabrosas como las que narra de las cuales personalmente huiría .- Y sin embargo , me condujo a pensar la actitud frente a la muerte tan solo desde la simpleza de sus comentarios a otro autor .-Me provoca placer leerlo . Mi admiración y mi respeto ,Carlos .

Anónimo dijo...

Siempre Ud. acierta al escribir, al comentar o al homenajear, (...)Coincido en que hay que despojarse, desnudarse mentalmente de prejuicios, para poder internalizar ciertos conceptos. Su letra nos ayuda a lograr ese estado en el que uno, despojado de todo, está apto para leerlo, esa cuasi inocencia que nos permite, tal vez, captar la esencia. Sus reflexiones quizás verbalizan lo que, en algùn punto, muchos nos preguntamos y al leerlo es cuando sentimos esa identificaciòn.
Gracias por conducirnos, a travès de la palabra, por senderos tan disímiles y a la vez tan maravillosos!!!! Gracias!!!!

Anónimo dijo...

Sinceramente admirable, evidentemente no me equivoco es ud propietario de una mente brillante.
Gracias.