lunes, agosto 20, 2007

Violetas sobre la carroña

Lejos de las clásicas maneras de la desvalida criatura humana y cerca de la dependencia terrenal, en los arrabales, transitan personajes curiosos y peripatéticos. Ellos no sólo pasean sus frivolidades y exigencias por la Calle del Pecado sino que se jactan de hacerlo. Dicen que conocen verdades nuevas que los demás sólo sospechan. Descreen de las manos con olor a cotidiano y afirman que ser doméstico, es lo mismo que ser burgués. Creen ser cómplices de la transformación, cualquier transformación, y desestiman la benevolencia.

Van por la vida sin reservas. Se saludan efusivamente, con expresiones de mayúscula sorpresa, porque sostienen que no debe haber medida para la conmoción. Cantan canciones impregnadas de una fe que no los abarca y miran de soslayo a la primavera. Se enamoran tres veces por día, incluso de la misma persona, aunque creen que el amor no existe y que la fidelidad es lo mismo que la culpa.

Comen con las manos, pero se limpian en solapa ajena. Nunca mezquinan críticas y se llaman espontáneos por hacerlo. Buscan cosas que no encuentran. Escupen contra el viento y nunca se arrepienten, o sí; quizás simulen.

En medio de esa carroña, está Violeta. Parece impregnada de soledad y de humillaciones. Lleva pocas ganas de vivir y una peluca de color blanco plata. Sólo el cansancio y el gris recuerdo de alguna situación vejatoria acompañan sus pasos.

Camina como si la noche fuera horrorosamente eterna o como si debiese adivinar el camino. No entra en los bares vacíos o ruines. Busca parejas empecinadas en el amor. Las busca allá, detrás del tabaco, de las canciones tristes y de las copas medio vacías, para venderles rosas, sin hablarles.

Aborda al caballero y lo acaricia con los pétalos de la rosa, para que él pruebe y compruebe que lo que regala es lo que compra y, si lo convence, camina de prisa hacia la barra en busca del agua elemental y helada.

Violeta intenta sostener la vida de la rosa, al menos, antes de que el reloj, cómplice del tiempo de siempre, sentencie la noche. Agradece y da el vuelto sin hablar y, si la dejan, bebe de alguna copa para brindar por las violetas y la luz que brota entre la carroña.

Aun sin hablar, no sé si por voluntad o por prejuicio, no puede disimular su cansado y sospechoso rostro masculino. Violeta, como tantos, cree que la primavera es cualquier día, o cualquier noche, que no es estacional y que, a veces, transforma lo que ama.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Como siempre, sentí placer al leerlo. Con su letra puede llevarnos a la cima o hundirnos en la sima. Conducirnos por Calles del Placer, con personajes de actitudes desmesuradas, faltos de amor real, ahítos de amores falsos. Pero, como siempre en sus textos, brilla la Esperanza, en este caso de la mano de Violeta, quien, a pesar de estar inmersa/o en ese sórdido escenario, alberga en su pecho, la primavera. Ella, resistiéndose a ese amor-desamor, apuesta y busca a "parejas empecinadas en el amor", maravillosa expresión.
Quien no camino por esas calles y sintió esas actitudes para sentirse, luego, redimido por la esparanza...
Sólo debo felicitarlo. Me encantó!

Anónimo dijo...

"El pequeño Cupido,cansado de los días de invierno Lloraba lamentándose por el cielo triste
Hasta que, ¡niño tonto¡ Lloró todos sus ojos;
Ycrecieron las violetas."
escribio Katherine Mansfield
asi es las violetas crecen aun sobre la carroña,
mucha sensibilidad para captar las emociones y estados de animo
muy bueno
felicitaciones

Anónimo dijo...

Estimado caballero: alguna vez leí, "Podrán cortar todas las flores del mundo, pero aún así, la primavera seguirá existiendo... mi amigo el alemán, no me deja recordar quien lo escribió.
El amor, como la primavera nunca dejará de existir, siempre habrá una violeta queriendo mantenerlo vivo..... Felicitaciones!!!