A mí me gustaba pensar que Ireneo Funes era un representante de la memoria sin para qué, y ahora que Giordano Bruno ha llegado hasta este espacio con su Ars Quadrata, prefiero pensar que Ireneo vive a la sombra de sus recuerdos porque los ama. El recuerdo, como las sombras, es el horizonte que separa lo que no es, de lo que puede ser, e Ireneo vive en ese mundo mágico, inmerso en un pretérito indefinido, una realidad apenas cierta, apenas propia.
A pesar de que Ireneo no es pleno y perfecto, le basta y le sobra con experimentar la sombra de aquello que, sencillamente, es como es, como El Nilo ─porque, hay que decirlo, una cosa es una Cosa y otra cosa es lo que Es─. Le basta y le sobra, digo yo, porque cada sombra, o cada recuerdo, puede transformarse de semejante en auténtico; el mundo pretérito puede transformarse en un presente continuo: de hecho, Ireneo debe vivir cada día como si fuera otro dia… Cada sombra, cada recuerdo, cada parte, en fin, de la sustancia que proyecta sus vestigios, puede ser transformada en el todo.
¿Qué pases mágicos deben realizarse para lograr esta transformación? Sin duda, se trata de pasos necesarios, pero peligrosos, pues, si un recuerdo se parece a otro, o si una sombra se parece a otra, no puede saberse si después de la transformación se está más cerca o más lejos de la verdad. Yo no conozco la respuesta y, si acaso la conociese, mi psique la poblaría de sombras, pero Giordano Bruno sí tiene una idea acerca de cuál es el camino transformador que lleva desde el recuerdo de La cosa hasta la esencia de La cosa.
Podemos prestar una gran ayuda a la memoria a través de esta ingeniosa conexión, porque tiene la virtud de presentar ordenados a la memoria incluso aquellos datos que no guardan relación alguna entre sí […]».
Pero si la sombra de las Cosas pertenece a un horizonte real, y si la sombra de las Ideas pertenece a un horizonte mágico, ¿es lícito relacionarlas? Es que… aunque la sombra de una idea se abstrae de la Cosa, las cosas no existen sin su sombra, y es lícito, sí, intuir la Cosa a través de su sombra. Lo que también afirma Bruno, e Ireneo intuye como verdadero, es que solo una puede ser la sombra de todas las ideas, y solo un recuerdo puede ser el recuerdo de todos los recuerdos. He aquí el paradigma de la idea fija que contiene, en sí misma, infinitas cosas diferentes; y de una sola sombra que tiene, en sí misma, infinitas diferencias.
Diría Ireneo ─recordando los infinitos instantes y el único─, que «… cualquier cosa puede ser recordada en todas las cosas y a través de todas las cosas […]».
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